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domingo, 23 de agosto de 2020

A PLAZO FIJO

 

Ya sabían ambos, aunque en voz alta lo negasen, que eran algo así como una inversión a plazo fijo.

Pero, en ese camino de fantasías que compartían, fingían que sería tan eterna como esa noche oscura que los envolvía hacia meses.

Fue apenas cruzarse y sentirse atraídos como imanes. Cada uno en sus rutinas, hallaron un poco de tibieza en sus charlas eternas, de todo y de nada.

Era verse, sin ojos, sin preconceptos, era verse “por dentro”. En el afuera, antes de estas cadenas impuestas, difícilmente repararían en el otro.

Al fin y al cabo, ni por cercanía geográfica hubiera sido posible que la vida les diera la chance de conocerse.

Ella era como un bolero, dulce y romántica, para bailarse con los ojos cerrados y el corazón latiendo acompasadamente.

Él, de romántico tenía poco aunque, a veces, casi como al descuido, le decía cosas con los versos de otros y susurraba  canciones en su oído, con palabras que nunca saldrían de su boca.

Construyeron un mundo de pequeñas cosas que fueron forjando en sus encuentros cotidianos. Risas, confidencias, ternura o pasión desbordada, que importaba?  Eran eso que, algunos llamaban, esos pequeños momentos parecidos a algo así como la felicidad

Pero, como todo plazo, este también estaba por vencerse. De a poquito, casi imperceptiblemente, fueron surgiendo pequeños desencuentros. Cosas nimias tal vez, pero que empezaban a repetirse con mayor frecuencia.

Mal que les pesara, no eran tan similares como supusieron en sus primeros encuentros. Eran tan parecidos como querían y tan disimiles como pretendieron no serlo.

Y, como muchas historias de encuentros fortuitos, en una noche más, como aquella en que se miraron por primera vez, ella tomó su camino y él el suyo.

 

 

 

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