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domingo, 12 de junio de 2011

SI NECESITO AYUDA Y ES DOMINGO

Pero, ¿a quién puedo llamar si necesito ayuda y es domingo?

A vos no. Porque estas no sé donde, con tu cáscara de sol y de risa de gente buena, con tu armadura de domingo.
Ya sé, nunca me dijiste que eras desdichado, no te estoy echando en cara tu felicidad, simplemente te estoy contando mi soledad, en voz baja, como rezando el rosario.
Nunca quise complicarte en mi tristeza; los hombres no admiten ninguna clase de complicidad con las lágrimas.
Les tienen demasiado miedo, y por eso juran que las aborrecen, o que se aburren de ver correr el surtidor del llanto.
Qué cosa. Cuántos detalles hay que cuidar ahora... no es posible dejar que las cosas suceden porque sí, que la planta dé flor cuando sea tiempo y que la flor se abra porque es hora...
Los años me han convertido en un mecanismo de relojería: y puedo adelantar los momentos, o atrasarlos.
Lo que no puedo es hacer que el momento en que los dos estamos juntos, dure para siempre.
Si...si, ya se. Te estoy asustando.
Pensás que terminaré suplicándote que largues todas tus obligaciones, que me tomes de la mano y nos echemos a andar por las calles como dos chiquillos enamorados.
No. Soy sensata.
Ya has visto qué sensata, qué bien pienso, cómo jamás mencioné tu nombre ni conté nada a nadie... ni se muda mi rostro cuando te veo en medio de otra gente...
Y hasta... hasta he parecido feliz a veces, muy contenta de la vida que llevo.
Si hasta vos mismo te lo has creído, en parte.
Si hasta has tenido celos de mis pequeñas dichas verdaderas, mis pocas dichas diminutas de alguna vez.
Nunca quise complicarte en mi tristeza, pero hoy, domingo por la tarde, ha sucedido algo terrible.
Me he sentido muy mal.
Me cabía todo el mar en los ojos y no terminaban de vaciarse.
Tomé mi libreta de direcciones, busqué el teléfono de los amigos, llamé a uno y a otro y no me respondía nadie.
Insistí, la campanilla sonaba largamente, y nada.
Puse la radio a todo lo que daba y me trepé a la música con la misma desesperación con que me trepo al sueño por las noches.
Pero la música corcoveaba alegremente y me hacía caer.
O de repente era tan triste que me ahogaba en ella y aleteaba los brazos para salirme.
Ahora tengo miedo.
Me acuerdo de un poema de mi adolescencia:

"Domingo.

Esta mañana, en misa
arrodillada y trémula en la iglesia,
pensé si el viejo que encendía las velas
es ese mismo viejo
que por las noches enciende las estrellas..."

Entonces estaba Dios, también, para llamarlo...
Pero ahora, hombre de algún momento y algún beso y alguna flor durmiéndose en mi pecho... ahora, que no puedo fingir que no soy triste y no puedo fingir que no te quiero, que me conformo con un encuentro fugaz cada tanto para que encienda mis estrellas como el viejo del poema de mi adolescencia... ahora, hombre con armadura de alegría, hombre moreno y seco, cabeza de chiquillo, sonrisa de muchacho manos de ramas nuevas, ahora...

¿ a quién puedo llamar si necesito ayuda y es domingo?...

                                                                                                   Poldy Bird



LOS DOS DOLORES DEL AMOR



Existen dos dolores de amor:
El primero es cuando la relación termina y uno, que sigue amando, tiene que acostumbrarse a la ausencia del otro, con la sensación de pérdida, de rechazo y con la falta de perspectiva, ya que aún estamos tan  envueltos en el dolor, que no conseguimos ver la luz al final del túnel.
El segundo dolor es cuando comenzamos a ver la luz al final del túnel.
Lo más doloroso es el dolor físico de la falta de besos y abrazos, el dolor de dejar de ser importante para el ser amado. Pero, cuando ese dolor pasa, comenzamos otro ritual de despedida: el dolor de abandonar el amor que sentíamos. El dolor de vaciar el corazón, de remover la nostalgia, de quedar libre, sin el sentimiento especial por aquella persona. También duele…
En verdad, quedamos pegados tanto al amor, como a la persona que lo generó. Muchas personas reclaman no poder desprenderse de alguien. Es que, sin darse cuenta, no se quieren desprender. Aquel amor, aún el no correspondido, se volvió un souvenir, un recuerdo de una época bonita que fue vivida… Pasó a ser un bien de valor inestimable, es una sensación a la cual la gente se apega. Es parte nuestra.
Queremos, lógicamente, volver a ser alegres y disponibles, pero para eso es preciso dejar ir algo que nos fue querido por mucho tiempo, que de cierta manera, se hizo entrañable en uno, y que sólo con mucho esfuerzo es posible liberar.
Es un dolor más suave, casi imperceptible.  Tal vez por eso, suele durar más que un dolor en el codo, propiamente dicho. Es un dolor que nos confunde. Parece ser aquel dolor primero, pero ya es otro. La persona que nos dejó ya no nos interesa más, pero interesa el amor que sentíamos por ella, aquel amor que nos justificaba como seres humanos, que nos colocaba dentro de las estadísticas: “Yo amo, luego existo”
Despedirse de un amor es despedirse de sí mismo. Es el cierre de una historia que terminó externamente sin nuestro consentimiento, pero que precisa también salir de dentro de uno…
Y sólo entonces podremos volver a amar de nuevo.

sábado, 11 de junio de 2011

BESOS EN LA BOCA

Cierro los ojos. Vienes.
Y qué importa si vienes, si eres tú, quien sea…
Cierro los ojos y el perfume que quiero, el que elijo, se derrama en mi cuerpo, y en el lugar  vacío se hace presente un hombre.
Un hombre que me ama, que se muere de ganas de apretarme en sus brazos, que desliza caricias por la piel, seda en celo.
Los murmullos de su voz confunden las palabras, las envuelven, las sueltan… ¿es tu voz… es tu arrullo? ¿Y qué importa si es tuya, si se parece o no a la voz que amé, que quizás sigo amando todavía?
Nada importa. Los cuerpos tienen treinta y siete grados de temperatura, algo más en el momento de hacer el amor… y pesan lo que el delirio quiera… porque se van acomodando al  vaivén, al oleaje del mar sobre las sábanas…
Un cuerpo, el tuyo, otro… con los ojos cerrados… son el mismo cuerpo que al abrir la caja del deseo deja volar un millón de mariposas en el cielo oscuro de la soledad.
Tú qué andarás haciendo.
Por qué lugar caminarán tus pasos.
En qué charla estarás entreverado.
En qué silencio estarás amarrado como un velero al muelle.
¿Estás vivo?
¿No te has muerto aun de indecisión, de estupidez, de aburrimiento?
Yo me obligué a estar viva. Me obligué a no pensarte,  a cambiarte por otros en la imaginación, a confundir las pieles, los gustos, las texturas, a transformar muchos hombres diferentes en ti.
Ninguno se da cuenta si pronuncio tu nombre, porque ninguno escucha… y estoy
en mi emoción y en mi mente con quien me da la gana.
¿Qué importa si estás o no?
¿Qué importa si me amas o dejaste de amarme, si nos conocimos de veras aquella tarde, allá, o sólo fue un recuerdo de quien sabe quien que pasó por allí y entrecruzó
su pensamiento con el mío confundiendo la verdad?
Yo no cuestiono tanto.
Ni hago preguntas.
Ni me pregunto.
No necesito respuestas, ni explicaciones, nada.
Hay un nuevo ícono en mi computadora celular… es uno en el que vuelcas todo lo que ha pasado, y lo elimina sin largarlo al espacio, sin ocupar el aire… lo desaparece como el mejor de los magos, sin dejar rastros.
Y así todo comienza.
Vuelve a empezar.
Lo aprendí de los días, lo aprendí de las noches, lo aprendí de las lluvias y las enredaderas de jazmines azóricos.
Todo vuelve.
Todo empieza.
Todo se recicla.
¿Qué importa que ese que ahora me besa y mis ojos cerrados no ven ni reconocen… sea otro o seas tú?
Sus besos en la boca son esos mismos besos en la boca que me resucitaron cuando creía que nunca volvería a enamorarme.
Los labios que se apoyan en los labios, suavemente. Los labios que se entibian, que se mojan, que entran en ebullición, la boca que abre su capullo y se convierte en rosa, hambrienta rosa carnívora, rocío de saliva, leves filos de dientes con la sabiduría
de no lastimar…
Ay, tu boca.
Ay, mi boca.
Ay las bocas sedientas, las bocas espléndidas, las bocas apuradas que de pronto se hacen lentas, se detienen, esperan el encuentro, se acomodan a los latidos del corazón, los besos, los besos en la boca, de esas bocas que se fueron acercando kilómetro a kilómetro, día a día… hora a hora, segundo a segundo… hasta que unieron chispazos de electrones en un grano de arena.
¿Sólo fuiste un invento?
¿Mi invento?
¿Solamente amé yo…?
Ah… ya no importa.
Si fuiste… si eres… si serás…
Total…. cierro los ojos, digo un nombre que quizás sea el tuyo, o el de otro,
o un nombre cualquiera que me guste…
y las agujas del reloj comienzan a marcar la hora mágica,
la hora solamente mía de los besos en la boca.

                                                                                                       Poldy Bird

sábado, 4 de junio de 2011

PERO AÚN HAY TIEMPO


Te imagino ahora y te quisiera aquí, conmigo. De tanto esperarte mis besos se escondieron por temor a que ya no los quieras. Mis caricias se enfriaron sin tu piel y mis letras, esas que hicieron entre nosotros una telaraña que nos envolvía, se quedaron mudas.
He estado aquí,
fielmente,  esperando ver tu nombre a mi derecha, para que mi corazón se agite como ha pasado siempre que te presentía antes de que llegaras.
Hace frio, más ahora que no estás aquí. Y no es sólo el frio del otoño, sino el de tu ausencia.
Me hiciste falta. Me hizo falta sentirte cerca, casi, casi,  mío. O mío enteramente en este mundo pequeño que nos inventamos.
He extrañado tus palabras y tus silencios. Tu entrega y tu reticencia. Tu ternura y tu pasión. A vos te he  extrañado, todos y cada uno de los días de este mes que pudo haber sido maravilloso.
Y perdimos un mes de posibilidades. De la posibilidad de mimarte y que me mimes. De la posibilidad de llenarte de besos  y que mi boca vaya dibujándote por entero y de que me llenes de caricias, y que  tus manos me conozcan de a poquito, me descubran de a poquito.
Hemos perdido un mes de olvidarnos de todo en brazos del otro. De olvidarnos del mundo. De quedarnos sin aire de tanta entrega. Hemos perdido un mes de mirarnos a los ojos, de comernos la boca, de sentir que el calor del cuerpo del otro es el que enciende el nuestro.
Hemos perdido la posibilidad de sentir el sabor del otro, de beber el placer del otro, de fundirnos con el otro.
Perdimos un mes de ternura y pasión, de  locura desbocada, como la que sentimos tantas veces aqui.
Hemos perdido un mes que ya no volverá, pero tenemos por delante otro, que comienza ya, cuando vos vengas, cuando bajes esas barreras que ponés a veces y contra las que lucho desde hace años.
No quiero rendirme, pero a veces mis fuerzas flaquean, cuando me quitan el espejo y ya no me reflejo en vos, como nos ha pasado tantas madrugadas. Porque mis palabras sin vos, mis besos sin vos, ese montón de emociones sin vos, se marchitan, pierden el sentido, quedan sin rumbo, no tienen puerto ni destino.
Y aqui estoy: esperándote esperanzada y a veces con desesperanza. A veces con vestido de fiesta para el encuentro. Otras, apenas con los harapos de la desilusión porque no llegaste hasta mi.
Hemos perdido un mes, pero aún hay tiempo...