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sábado, 19 de abril de 2014

LA NOCHE EN LA ISLA

Toda la noche he dormido contigo
junto al mar, en la isla.
Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,
entre el fuego y el agua.

Tal vez muy tarde
nuestros sueños se unieron
en lo alto o en el fondo,
arriba como ramas que un mismo viento mueve,
abajo como rojas raíces que se tocan.

Tal vez tu sueño
se separó del mío
y por el mar oscuro
me buscaba
como antes,
cuando aún no existías,
cuando sin divisarte
navegué por tu lado,
y tus ojos buscaban
lo que ahora
-pan, vino, amor y cólera-
te doy a manos llenas
porque tú eres la copa
que esperaba los dones de mi vida.

He dormido contigo
toda la noche mientras
la oscura tierra gira
con vivos y con muertos,
y al despertar de pronto
en medio de la sombra
mi brazo rodeaba tu cintura.
Ni la noche, ni el sueño
pudieron separarnos.

He dormido contigo
y al despertar tu boca
salida de tu sueño
me dio el sabor de tierra,
de agua marina, de algas,
del fondo de tu vida,
y recibí tu beso
mojado por la aurora
como si me llegara
del mar que nos rodea.

Pablo Neruda (1904-1973)


A UNOS OJOS

Tan cargada de vida está la verde
absenta de tus ojos cuando hablas,
que emborracha mirarte, y tanto frío
puede albergarse en ellos, que se hiela
mi pecho si me miras. Soy apenas
quien teme y quien desea. No me mires
si es tan sólo por juego o por despecho,
pues abrasa la llama que en mí prendes
con apenas volver a mí tus ojos.
Pero si sólo es juego o es despecho,
en esa luz de súbito relámpago
que enciende tantas veces tu mirada,
quiero quemarme así si así me miras,
pues no existe el ayer ni importa el luego.

Abelardo Linares (España 1952)



viernes, 18 de abril de 2014

REQUIEM

Quema imaginar tu piel en otras pieles.
Tu boca libando el néctar que antes te ofrecía mi deseo,
mi sexo húmedo, mi cuerpo temblorosamente tuyo...
Fui la mujer de los domingos en eterno duelo.
La que esperaba desesperadamente esos instantes fugaces
en los que fui reina y esclava.
Y era sentirme enteramente tuya, eternamente viva.
Tu mujer, tu amor, tu amante...
El silencio se cierne sobre mí aturdiendo mis oídos...
Creí sentir tu voz allá a lo lejos:
era apenas el viento diciéndome tu nombre.
No me dejes: mi alma se marchita ante tu ausencia.
No me dejes: la vida se asemeja tanto a la muerte cuando no estás conmigo!!
Mis días son un rosario de recuerdos lejanos...
Lloran tristemente en eterna agonía.
No me dejes: como ríos de lava roja y ardiente
mis venas estallan en desesperanza.
Mis ojos se entrecierran procurando tu imagen.
Sonrío, creo verte en mis últimos instantes...
Y escucho tu voz diciéndome: "No me dejes!!",
pero ya es tarde...
 

SE DEJA DE QUERER...


Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer;
es como abrir la mano y encontrarla vacía
y no saber de pronto qué cosa se nos fue.

Se deja de querer...
y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed,
como andar en otoño sobre las hojas secas
y pisar la hoja verde que no debió caer.

Se deja de querer...
Y es como el ciego que aún dice adiós llorando
después que pasó el tren,
o como quien despierta recordando un camino
pero ya sólo sabe que regresó por él.

Se deja de querer...
como quien deja de andar una calle sin razón, sin saber,
y es hallar un diamante brillando en el rocío
y que ya al recogerlo se evapore también.

Se deja de querer...
y es como un viaje detenido en las sombras
sin seguir ni volver,
y es cortar una rosa para adornar la mesa
y que el viento deshoje la rosa en el mantel.

Se deja de querer...
y es como un niño que ve cómo naufragan sus barcos de papel,
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.

Se deja de querer...
y es como un libro que aún abierto hoja a hoja quedó a medio leer,
y es como la sortija que se quitó del dedo
y solo así supimos... que se marcó en la piel.

Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer.

José Angel Buesa (Cuba 1910 - Santo Domingo 1982)