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martes, 26 de julio de 2011

NADA DE SUEÑOS


La gran costumbre es como un fino polvo que se va depositando sobre nuestros actos; no lastima, no pesa, casi no se nota, es silenciosa y tenue, y un buen día nos damos cuenta de que la tenemos  encima, toda entera, pero sería demasiado trabajo buscar un plumero de chispas para quitárnosla.
Es una cosa cómoda.
Como un sillón mullido.
Y si no, que lo digan los silencios, la segura rutina de hacer siempre lo mismo, a la misma hora, para no tener sorpresa ni sobresaltos.
Si uno gasta, se gasta la garganta.
Si nos rebelamos, los nervios y el hígado pagan el pato.
Entonces nos entregamos mansamente, la gran costumbre acaricia nuestros lomos y  sabe que ya estamos domesticados para hacerle caso.
O sea para no hacer caso de nada que pudiera  conmovernos.
Ya ves, Pablo, cuantos pasos ahorramos sin dar vuelta por la plaza para llegar a casa.
Y cómo se sabe lo mismo que me querés y que te quiero, sin tener que decirlo a cada rato.
Y que la primavera lo dice el almanaque, aunque vos no me compres una rosa.
Y trae menos problemas que me des la plata para que me compre algo que me hace falta, puntualmente, el día de mi cumpleaños. ¿Para q   ué tanto desarmar el paquete, quitar el papel, con el corazón al galope y las manos apuradas, ansiosas de ver que hay adentro?
¿Para qué avisar por teléfono si venís un poco más tarde, si yo puedo darme cuenta, al ver la hora, de que “por algo será”?  Los pies sobre la tierra, compañero. Nada de sueños, nada de esas fantásticas escaramuzas de la imaginación para embellecer lo que ven nuestros ojos cuando están cerrados.
Hay que vacunarse contra la emoción, contra la angustia, contra el llanto, contra la risa sin sólido y aprobado fundamento, contra la tentación de hamacarnos de noche en una plaza desierta, contra los poemas de Miguel Hernández, contra las películas de dibujos animados, contra la rabona al trabajo un día por año, contra las estrellas fugaces que hacen que se cumplan  tres gracias…
Hay que vacunarse contra lo imprevisto. Contra la piedra que cae en el estanque quieto.
La vacuna no es cara ni difícil de hallar: se trata de reprimir las ganas de decir algo, de quedarse callado una vez, de aflojar la mandíbula y los músculos del cuerpo, como si estuviéramos  a punto de dormirnos.
Una vez que se ha probado, se adopta. Es algo muy soncillo. ¿No es cierto, Pablo?
Al principio, tal vez, cause náuseas y llanto, y no puedan reprimirse los deseos de correr a la ventana, abrirla y cerciorarse de que el duraznero tiene flores azules, y amarillas, y lilas, todas mezcladas, y el gorrión del vecino silba una canción de los Beatles y hay un papelito pegado con una chinche en la ventana, y ahí tu letra dice “Te quiero, extráñame como loca hasta que vuelva”.
Pero después de buscar una y mil veces el papelito y no encontrarlo…, después de verte leer el diario mientras me4 estás oyendo llorar…, en fin, llega la resignación. Y de la resignación a la gran costumbre hay una distancia de una pata de mosquito enano.
A veces, cuando la vacuna  va perdiendo efecto y se está por necesitar una nueva dosis, algo se desborda dentro del pecho, hay como una conmoción, como un reverdecer, empiezan a sentirse cosas que bullen, escozores, relámpagos, y la voz se escapa de la garganta pidiendo una explicación, una flor o un juramento de amor.
Pero vos, Pablo, que tenés el antídoto, sonreís, te encogés de hombros, ajustás el tornillo del silencio y chistás porque no escuchás bien la  voz del locutor del noticiero de televisión.
Y entonces la vacuna, el nudo en la garganta, vuelta a empezar la gran costumbre.
¡Dios mío, ese media muerte echada a nuestra espalda
                                                                                                                       Poldy Bird

miércoles, 20 de julio de 2011

DISTINTOS TIPOS DE AMIGAS

Cuando era pequeña, creía en el concepto de una mejor amiga.
Después, como mujer, descubrí que si permites que tu corazón se abra, encontrarás lo mejor en muchas amigas.
Es preciso una amiga cuando estás en problemas con tu hombre.    
Es preciso otra amiga cuando estás en problemas con tu madre.
Otra cuando quieres hacer  compras, compartir, curar, herir, jugar o apenas ser.
Una amiga dirá: “vamos a rezar”, otra “vamos a llorar”, otra “vamos a luchar”, otra “vamos a huir”.
Una amiga atenderá tus necesidades espirituales, otra tus locuras por los zapatos, otra tu pasión por las películas, otra estará contigo en tus períodos de confusión, otra será la luz y otra será el viento sobre tus alas.
Pero donde sea que ella encaje en tu vida, independiente de la ocasión, del día o de cuando necesites, sea con zapatillas y el cabello recogido, o para impedir que hagas una locura…todas esas son tus mejores amigas.
Ellas pueden estar concentradas en una única mujer o en varias…una del gimnasio, una del colegio, varias de los años de la facultad, algunas de antiguos empleos, algunas de la iglesia, otras del grupo de canto, algunos días tu vecina, otros tus hermanas, y en otros tus hijas.
Pueden ser 20 minutos o 20 años el tiempo que esas mujeres pasaron e hicieron una diferencia en tu vida.
 Gracias a todas por formar parte de mi círculo de mujeres maravillosas, que hicieron y aún  hacen la diferencia en mi vida.
Dios nunca dijo que la vida sería fácil. Simplemente prometió que valdría la pena