las historias no acaban porque alguien escriba la palabra fin.
No siempre hay un asesino: algunas veces toca morir.
Lo que viene se va,
como suele pasar,
el viento, el viento.
Márchate si ha llegado la hora.
Date prisa que, como ya sabes, es muy impaciente el amor.
No malgastes ni un segundo,
después de darle cuerda al reloj,
que un cumplido de más,
no te vaya a robar el tiempo, el tiempo.
Y no queda nada,
las espinas, las rosas se la llevo el viento, el tiempo.
Ahora sólo la vida te espera,
con los brazos abiertos y el firme deseo de hacerte feliz.
Puedes irte cuando quieras,
no hay muros que te impidan salir,
y no mires atrás,
que te va a despeinar el viento, el viento.
Que difícil decirte hasta luego,
cuando no es el terror de perderte, este miedo a no verte jamás.
Ya no hay puntos suspensivos:
llegó el rotundo punto final.
Cuando la soledad, sólo espera matar,
el tiempo, el tiempo…
y no queda nada: las espinas, las rosas se las llevo, el viento, el tiempo.