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viernes, 7 de octubre de 2011

AUSENCIA

Te extraño...y de tanto extrañarte ya no sé si es cierto.
Te extraño... y de tanto decirlo, he llegado a amar tu ausencia.
Y es ese extraño lazo el que aún te mantiene vivo, mío.
Te extraño, te extraño, te extraño...
Te extraño, te extraño...
Te extraño...
Lo repito hasta el hartazgo para no olvidarte, para que sigas conmigo, omnipresente, único, inmortal, porque temo que si dejo de extrañarte, serás libre eternamente y olvidaré tus ojos, tu aroma, tu voz, el calor de tu placer y el mío como cuando aún me amabas.
Y es ese sentimiento el que aún nos mantiene unidos, perteneciéndonos mutuamente, precisándonos para ser...
Y me empecino, aunque duela como un tizón encendido en mis entrañas, en seguir en esta agonía del recuerdo constante que martiriza mi mente como el sonido del reloj taladrando mis oídos, cada vez más fuerte y más fuerte.

Ese maldito reloj que me recuerda que es otro minuto más sin tu presencia, y yo aquí, extrañándote, necesitándote como el sediento al manantial.
Y me pregunto una y mil veces como no sentís lo mismo. Como no te falta el aire sin mí. Como tu piel vive sin el roce de mi cuerpo. Como tu boca no se marchita sin los besos de la mía, como me pasa a mí, maldita sea!!
Y necesito extrañarte para que no te vayas. Para que tu imagen se recueste a mi lado y pueda sentir tu presencia en mi cama, como antes, como cuando aún éramos uno y afuera, el mundo...
Y a veces temo que llegue el día en que despierte y mi primer pensamiento no sea tuyo, porque ese día habré olvidado, definitivamente, el camino que me conducía a vos, querido mío.
 

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