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martes, 2 de agosto de 2011

EL CUENTITO DEL SAPO



Yo venía medio a los tumbos. A veces los recuerdos me martillaban tanto la cabeza y el corazón que pensaba que ambos, al unísono, iban a explotar sin remedio.
Siempre recibía esos mensajes, la mayoría de las veces sin nada de  contenido, casi, casi, como calcados: “que sensual que sos”, “Se nota que debés ser buena amante”, “que linda sonrisa y que buen escote”… De alguna frase inteligente ni hablar. Me sorprendía lo fácil que era entretener a un hombre respondiéndole sin responder. A ver: frases cortas o apenas pocas palabras que no querían decir nada pero que ellos lo interpretaban como el permiso del ir más allá. Un simple mmmmm, que quería decir “que poco vuelo tiene este hombre!” era interpretado por ellos, sin dudar ni un momento de su irresistible encanto, como un mmmm, de labios haciendo un gesto goloso…jajaja y bueno, no sé podía pedir mucho de alguien que decía que su situación “era complicada” para no decir que era alguien casado con ganas de aventuras…
Un día, apareció alguien que hasta parecía que pensaba. No sabía ni como era yo, pero por un momento, llegué a creer que sí. Sin ser amigo sentí que algo de mi conocía. Me llamó la atención que. expresándose tan  bien, tuviera tantos errores de ortografía. Eso hacía que cuando pensara en él dijera “el bruto” (siempre, aún ahora, pienso que se hace mas “el bruto” de lo que es en realidad, pero ese es otro tema).
Me gustaba mantener contacto con él porque era una mezcla de tierno y reflexivo y porque, más de una vez, decía cosas de mí que fui descubriendo con el tiempo como reales. Cosas que ni yo misma había notado.
Siempre insistía en vernos y yo la verdad es que ya estaba cansada de tanta invitación a tomar un café, sin café… Pero un día, estando en el centro, decidí aceptar. Su aspecto no era el de un galán, pero a mí me interesaba más lo que podría decir que su pinta. De hecho ya tenía una idea de cómo era y yo no pensaba pasar del café.
Aunque lo lógico hubiera sido lo contrario, encontré que el que estaba nervioso era él…Charlamos de todo un poco en un barcito que mejor olvidar. Fue agradable y él se  mostró  muy respetuoso. Punto. Yo nunca me sentí una mujer por la que los hombres enloquecieran así que tampoco era mi meta, menos aún con “el bruto”. Un saludo, un beso y taza, taza, cada uno para su casa, diría un chico.
Lo que vino después fue una mezcla extraña de tipo tierno y obseso sexual. A mí me causaba gracia, porque lejos de mí estaba pensar en sexo con él. Pero en uno de esos bajones producidos por la nostalgia de tiempos pasados, me dije “por qué no??”.  Por ahí me llevo una sorpresa…jaja así fue nomás: un hecho impensado, como un problema de salud, hizo que el encuentro no se produjera…
Y como nada sucede porque sí, el destino, Dios, o como prefieras llamarlo, hizo que ese hecho me hiciera descubrir, cuanto de ficticio había en ese personaje que él había inventado y en el que yo llegué a creer con toda la ingenuidad de quien está con las defensas bajas…
Y como todo cuento terminó bien: cuando estaba por besar al sapo pensando que era un príncipe, me desperté y vi que, era sapo nomás…

(Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia)

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