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lunes, 5 de octubre de 2020

CENIZAS EN EL AIRE


Hoy  llegó. A oscuras.  En silencio. Casi en puntas de pie.

Se sentía en el aire ese olor extraño, a rancio, a moho, a vida ausente.

Yo me escondía en los rincones. Pensaba que así, lo inevitable, no se produciría.

Era esa cándida inocencia de querer aferrarse a la ilusión de que no se produciría aquello que, inexorablemente, habría de suceder.

Corría entre los cuartos con el corazón agitado. Me sentía como en ese cuento de "Cita con la muerte" y el jinete agitando su guadaña cerca mío.

Intenté aprisionarlo con fuerza desmedida, con lazos de seda y también con cadenas.

Me di cuenta que era en vano. Ya no había manera de retenerlo: se iba escurriendo entre mis dedos, cual cenizas.

Entonces, con el corazón hecho trizas acepté que, a lo nuestro, lo había envuelto el frío de la muerte.

 

 





 

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